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dieser beitrag wurde verfasst in: spanisch (spa/es)

name: Valera

vorname: Víctor

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gnd-repräsentation: 105643600

biografische angaben: * 17 de febrero de 1927, Maracaibo, Edo. Zulia, Venezuela. Escultor y pintor

En 1941 inicia sus estudios de arte en Maracaibo, y en 1945 se traslada a Caracas, donde se inscribe en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas (1948-1950), de donde es expulsado a raíz de las huelgas de estudiantes. A partir de 1950 se incorpora al Taller Libre de Arte de Caracas. En 1952, con una modesta beca, viaja a París, donde asiste al taller de Jean Dewasne y Victor Vasarely. Realiza pinturas abstractas y trabaja en el taller de Fernand Léger. Entra en contacto con Robert Jacobsen, quien lo anima a realizar obras tridimensionales en hierro, material que introduce en la escultura venezolana. Durante esta época investiga los problemas de la forma y el color en relación con el espacio virtual o real. A su regreso a Caracas (1954) trabaja obras figurativas con soldadura. Comienza sus investigaciones utilizando láminas de metal como si fuera tela que cortaba y recomponía. El resultado de esta etapa es Aroa (1957, colección GAN), Premio Nacional de Escultura del XIX Salón Oficial en 1958. Se incorpora al proyecto de integración de las artes concebido por Carlos Raúl Villanueva, en la Ciudad Universitaria de Caracas; a partir de aquí, la integración de arquitectura y plástica se constituirá en uno de los vértices principales en la indagación creativa de Valera. Todos los murales cerámicos existentes en los edificios de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, con excepción de los ubicados en el interior del Instituto de Arte, fueron creados por Valera. En el edificio de la puerta sur, sobre las paredes del vestíbulo se encuentran dos murales: el de la izquierda semeja un gigantesco encerado de fondo negro sobre el cual infinidad de líneas blancas producen vibraciones ópticas; el otro, opone una acción contraria con su fondo blanco y líneas negras. Frente al auditorio, otras gráficas divididas por un pasillo, producen una acción dinámica que a su vez desarrolla otros centros radicales de líneas negras y amarillas. En el extremo este de la misma Facultad de Humanidades hay otros dos murales, uno junto a la rampa de acceso al piso superior y otro sobre la alargada pared que limita con el Instituto de Arte. La composición del primero se basa en la verticalidad de sus líneas en amarillo y blanco, mínimos recursos con los que se trata de concretar una fina armonía. Este mismo tema se repite en la pared de la rampa sur y en la Facultad de Derecho. El segundo mural consiste en dos planos compositivos adosados a la pared en forma horizontal, cuya gráfica de ángulos verticales crea un dinámico fuelle de colores. Valera continúa trabajando en hierro y elabora obras figurativas que representan una sucesión de imágenes multiformes entre sí y a la vez seriales. Las piezas están decapitadas o guardan posturas desgarradoras, son victimizadas o prisioneras, con una elaboración particular de sus morfologías, posturas, afeites y ropajes. En las obras de esta época se evidencia la repetición de la figura, de los perfiles y de las cabezas. En 1963 realiza una exposición individual en la Sala Mendoza y al año siguiente trabaja junto al escultor inglés Kenneth Armitage y un grupo de siete jóvenes escultores venezolanos —Harry Abend, Max Pedemonte, Fernando Irazábal, Carlos Prada, Gilberto Manrique, Édgar Guinand y Alejandro Henríquez— en un taller que duró tres meses y que al finalizar presentó la exposición "Kenneth Armitage y ocho escultores venezolanos" en el MBA. En 1966 forma parte del envío venezolano a la XXXIII Bienal de Venecia, en 1967 gana la IV Bienal Armando Reverón con Andrés y el balancín (colección GAN), y hacia 1969 trabaja con varillas tubulares con sentido de símbolos.

Una segunda etapa en la obra de este artista se extiende entre las décadas de los setenta y ochenta, durante la cual retoma la exploración de la luz, el neoplasticismo y el cinetismo. Valera realiza su serie de torres metálicas que llama Esquemas perforados, y la serie de las cajas (1972-1973). Existe un rigor geometrizante en estas obras pero sobre todo es de notar cómo cierta severidad formal geométrica cede ante las ondulaciones dadas por la planimetría y la volumetría, lo cual indica la compenetración lograda por su investigación en la arquitectura, así como la madurez obtenida en el trato con la materia escultórica. En este momento, el espectador adquiere un papel de mayor relevancia, pues Valera considera las posibilidades virtuales de ciertas realizaciones, en conjunto con la reflexión y difuminación de la luz, aunadas a la sensualidad de las nuevas formas y la monumentalidad de las dimensiones. En 1971 Valera ingresa como docente en la Escuela Cristóbal Rojas, y al año siguiente obtiene el primer premio en el XXX Salón Arturo Michelena. Entre sus trabajos integrados a las edificaciones, se cuentan la primera de las dos obras ubicadas en el IVIC (1972). Los Papeles perforados son otro elemento importante en las realizaciones de Valera durante los años ochenta, a los que llega por el manejo sensual y sutil de la técnica escultórica que no teme regresar a ciertas formulaciones bidimensionales: entre óvalos y asimetrías se observa la línea atravesada por la escuela constructivista, a través de las perforaciones se nota la obsesión por la luminosidad y la fascinación por la sombra. Para Víctor Guédez, los Papeles perforados "no representan una ruptura traumática con los términos sintácticos y semánticos de sus esculturas, sino más bien, una continuación signada por la coherencia de un discurso y por la autenticidad de una infraestructura afectiva" (1984). Las principales características de la obra realizada en la década de 1980 son el trabajo con agregados, que define el barroquismo de las nuevas piezas, la serialidad decantada, la policromía y sobre todo, la recuperación de la volumetría en piezas que juegan en un territorio fronterizo entre lo figurativo y lo abstracto, entre lo totémico y la ciencia ficción. Para María Elena Ramos, estos objetos parecen originarse en lecturas de Julio Verne; para Enrique Viloria, los objetos son atemporales pues no puede decidirse si son restos arcaicos, objetos arqueológicos, o pequeñas máquinas y artefactos del futuro. En todo caso, en 1985 el artista presenta en la GAN la exposición "Víctor Valera y el cometa Halley", en la que propone una visión desenfadada de los adelantos tecnológicos que circundan tanto la vida rutinaria como las estrellas y el espacio exterior. A pesar de las variaciones técnicas y formales que se introducen en su obra, la voluntad de construcción de sentido de una manera sintáctica y morfológica se mantiene inalterable, lo que se ha constituido en un código personal, en un lenguaje artístico inconfundible.

(fuente: Wikihistoria del arte venezolano)